EL CALLEJON DE MIRAFLORES..!!!

Callejón de Miraflores, bajando el ahora mirador de Moreno.

Al fondo el banco de Coahuila. En esa época lo pintoresco y la miseria se confundían....!!!

El Saltillo Antiguo está lleno de callejones.

Conforme el paso del tiempo, la construcción de las viviendas fijó el rumbo de callecillas a veces tortuosas y zigzagueantes, al dejar libre paso al cauce de los arroyos y al curso de las aguas que con las lluvias bajaban en torrente de los lomeríos del sur de la ciudad.

Antiguamente, el cielo solía ser más benigno con la región, según aseveran las gentes de antes. Los negros nubarrones aparecían en la temporada de lluvias y casi cada tarde dejaban caer las aguas de sus abultados vientres sobre las sedientas tierras saltillenses. Las calles se convertían en efímeros ríos que desaparecían rápidamente.

Después, algunos arroyos se secaron y otros fueron canalizados, provocando inundaciones en las partes nuevas de la ciudad, y al mismo tiempo, graves problemas viales. Con los torrenciales aguaceros, el agua se precipita con fuerza por calles y avenidas, mientras que los arroyos que quedan se desbordan. Las impetuosas aguas se llevan cuanto encuentran en su camino y se estancan en lugares inadecuados.

Allá arriba, como decimos aquí, en los barrios de Santa Anita, del Ojo de Agua, del Águila de Oro, quedaron esos callejones empinados con sus banquetas hechas de tramos de escalones, el de Altamira, el del Beso, el de la Llorona, el de La Delgadina.

Y no sólo al sur, también en el corazón de la ciudad existen callejones como el llamado Cinco de Mayo, que corre de Allende a Hidalgo, el del Humo —hoy calle Mina—, y los que están al costado norte de la Catedral: el de Santos Rojo, que antiguamente llevaba el nombre de callejón de La Pulmonía por el viento helado que se cuela entre la Catedral y la casa Arizpe, y el de más abajo, rebautizado con el nombre de Ildefonso Vázquez, antes llamado callejón del Truco por el pastelero que se instalaba en la esquina.

En el poniente de la ciudad, en la calle Cuauhtémoc, se encuentra el muy conocido callejón del Diablo. Más arriba de éste y un poco hacia el oriente, el tramo de la calle Mixcoac que va de Obregón a Moctezuma llevaba antiguamente el nombre de callejón del Obispo, y más al sur, el callejón del Caracol es uno de los muy pocos que conservan su nombre.

La ahora calle Jiménez se llamaba antiguamente callejón del Peral y luego callejón del Perico. Por los rumbos del antiguo barrio de Santa Anita y la escalinata ubicada en la Calzada Antonio Narro, un poco más abajo de la Clínica Uno del IMSS, existen también los callejones del Beso y de Miraflores, dos empinadas callejuelas típicamente saltillenses al oriente de la calzada Antonio Narro, que van a dar a la calle Escobedo.

El de Miraflores llevaba el nombre de callejón de los Perros y es extremadamente estrecho. Todas las ciudades con antigüedad de por lo menos 300 años, tienen su callejón del Beso. Respecto al de Saltillo, cuenta la tradición que por estrecho, sólo permitía el paso de una persona, y que cada noche se veía obstruido por tres galanes que acudían a platicar, rejas de por medio, con tres bellas damitas a quienes pertenecían las ventanas en las que se hacían las amorosas entrevistas. Románticas historias de amor, a diferencia de otras que entrañan tragedias surgidas de la pasión y los celos, y otras todavía más espeluznantes de aparecidos y fantasmas, que también impusieron nombres a los callejones.

Por lo general, los nombres antiguos estaban íntimamente ligados a personajes que habitaron esas calles y callejones, y a hechos y sucedidos que en ellos tuvieron lugar. El origen de otros residía en peculiaridades del terreno o de las construcciones en las mismas calles, o en leyendas de aparecidos y viejas consejas populares que la tradición conservaba.

Fuente: Esperanza Dávila Sota/Vanguardia.